jueves, 18 de julio de 2013


En estos movidos días, hay varias palabras que “suenan bonito” y son ocupadas en el discurso político justificando el más amplio abanico de situaciones, condiciones e, incluso, aberraciones. Así, terminan siendo verdaderamente vaciadas de su contenido. Una de ellas es “democracia”.

La democracia es un concepto principalmente formal que implica ciertas condiciones en las que se desenvuelve la vida política de un Estado: gobierno de las mayorías, respeto a las minorías, respeto de los derechos fundamentales de las personas por parte del Estado, entre otras. La realización de elecciones periódicas no basta, ni está cerca de bastar, para calificar a un país como democracia. Si usted cree que el régimen cubano es justo y que es apropiado limitar libertades políticas y civiles para alcanzar una igualdad material, diga eso, pero no diga que Cuba es una democracia.

Cualquier cosa que por cualquier persona sea aceptada o considerada como legítima no debe ser caracterizada como democrática. La democracia es, esencialmente, forma. Forma, forma, forma. Es una protección formal frente a los desacuerdos que tenemos como sociedad política. Si una medida o acción no cumple con las formas democráticas, aunque se considere como necesaria, no será democrática. Hasta aquí esto es sólo lógica.

Respeto a las minorías. Una representante de la ACES de Concepción indicaba hace algunos días que ellos consideran que una de las medidas necesarias para bajar las tomas de los liceos y colegios es la democratización de los espacios. Analicemos: si se solicita democratización de espacios, lo que se pide es que su uso sea realizado conforme a criterios democráticos e inclusivos. A la par, la medida para lograr eso es una toma. ¿Es una toma parte de la democratización de los espacios? ¿Es una toma algo democrático? No. Aunque se decidiera por la mayoría, al menos, no respeta el derecho de la minoría de acceder a las instalaciones de sus lugares de estudio. Por tanto, la vocera cayó en una inconsecuencia: pedir “democracia” mediante un procedimiento completamente antidemocrático. ¿No suena a una película ya conocida en nuestra historia?

Gobierno de las mayorías. Vamos a casa. La toma que se intentó realizar hace algunos días en nuestra universidad, ¿fue votada por la mayoría? Nuestra universidad está compuesta por 14 mil alumnos y sólo votaron, aproximadamente, 2 mil. Sin embargo, incluso obviando ese importantísimo punto, los números fueron los siguientes: 1347 alumnos votaron “no toma”, lo que representa el 63,4% de los votos, mientras que 775 votaron “toma”, lo que representó el 36,5% de la votación. Hasta aquí, lo obvio sería indicar que la decisión democrática era no realizar la toma de los espacios universitarios, en virtud de la amplia ventaja que obtuvo la primera alternativa. Sin embargo, la magia es más fuerte que los números y al más puro estilo del “¡y paf, nació Chocapic!”, la opción que ganó en nuestro Consejo General de Estudiantes fue la “toma”. Esto, que parece caricaturización y lamentablemente no lo es, demuestra la necesidad urgente de reformar el sistema de toma de decisiones en la FEPUCV. No puede ser que 775 alumnos valgan más que 1347. No puede ser. Eso atenta contra la igualdad aquí y en la “quebrá’ del ají”.

Una última cosa. El ambiente crispado de estas últimas semanas, obviamente, favorece las posturas políticas más extremas dentro de nuestra universidad. Unos, por un lado, ungiéndose ególatramente a sí mismos como los defensores del pueblo y como los únicos con conciencia social, cuando te pasan la máquina por encima cada vez que pueden. Otros, creyéndose dueños del descontento y diciéndote que estamos en la necesidad de despolitizar, como si lo que ellos hicieran no fuera política. Sin embargo, ellos no son los dueños de la democracia.


El dueño de la democracia, sencillamente, eres tú y somos todos.     


                                                                Richard Tepper M. 

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