
En estos movidos días, hay varias palabras que “suenan bonito” y son ocupadas en el discurso político justificando el más amplio abanico de situaciones, condiciones e, incluso, aberraciones. Así, terminan siendo verdaderamente vaciadas de su contenido. Una de ellas es “democracia”.
La
democracia es un concepto principalmente formal que implica ciertas condiciones
en las que se desenvuelve la vida política de un Estado: gobierno de las
mayorías, respeto a las minorías, respeto de los derechos fundamentales de las
personas por parte del Estado, entre otras. La realización de elecciones
periódicas no basta, ni está cerca de bastar, para calificar a un país como
democracia. Si usted cree que el régimen cubano es justo y que es apropiado
limitar libertades políticas y civiles para alcanzar una igualdad material,
diga eso, pero no diga que Cuba es una democracia.
Cualquier
cosa que por cualquier persona sea aceptada o considerada como legítima no debe
ser caracterizada como democrática. La democracia es, esencialmente, forma.
Forma, forma, forma. Es una protección formal frente a los desacuerdos que
tenemos como sociedad política. Si una medida o acción no cumple con las formas
democráticas, aunque se considere como necesaria, no será democrática. Hasta
aquí esto es sólo lógica.
Respeto
a las minorías. Una representante de la ACES de Concepción indicaba hace
algunos días que ellos consideran que una de las medidas necesarias para bajar
las tomas de los liceos y colegios es la democratización de los espacios. Analicemos:
si se solicita democratización de espacios, lo que se
pide es que su uso sea realizado conforme a criterios democráticos e
inclusivos. A la par, la medida para lograr eso es una toma. ¿Es una toma parte
de la democratización de los espacios? ¿Es una toma algo democrático? No.
Aunque se decidiera por la mayoría, al menos, no respeta el derecho de la
minoría de acceder a las instalaciones de sus lugares de estudio. Por tanto, la
vocera cayó en una inconsecuencia: pedir “democracia” mediante un procedimiento
completamente antidemocrático. ¿No suena a una película ya conocida en nuestra
historia?
Gobierno
de las mayorías. Vamos a casa. La toma que se intentó realizar hace algunos
días en nuestra universidad, ¿fue votada por la mayoría? Nuestra universidad
está compuesta por 14 mil alumnos y sólo votaron, aproximadamente, 2 mil. Sin
embargo, incluso obviando ese importantísimo punto, los números fueron los
siguientes: 1347 alumnos votaron “no toma”, lo que representa el 63,4% de los
votos, mientras que 775 votaron “toma”, lo que representó el 36,5% de la
votación. Hasta aquí, lo obvio sería indicar que la decisión democrática era no
realizar la toma de los espacios universitarios, en virtud de la amplia ventaja
que obtuvo la primera alternativa. Sin embargo, la magia es más fuerte que los
números y al más puro estilo del “¡y paf, nació Chocapic!”, la opción que ganó
en nuestro Consejo General de Estudiantes fue la “toma”. Esto, que parece
caricaturización y lamentablemente no lo es, demuestra la necesidad urgente de
reformar el sistema de toma de decisiones en la FEPUCV. No puede ser que 775
alumnos valgan más que 1347. No puede ser. Eso atenta contra la igualdad aquí y
en la “quebrá’ del ají”.
Una
última cosa. El ambiente crispado de estas últimas semanas, obviamente,
favorece las posturas políticas más extremas dentro de nuestra universidad. Unos,
por un lado, ungiéndose ególatramente a sí mismos como los defensores del
pueblo y como los únicos con conciencia social, cuando te pasan la máquina por
encima cada vez que pueden. Otros, creyéndose dueños del descontento y
diciéndote que estamos en la necesidad de despolitizar, como si lo que ellos
hicieran no fuera política. Sin embargo, ellos no son los dueños de la democracia.
El
dueño de la democracia, sencillamente, eres tú y somos todos.
Richard Tepper M.
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