Los que nos autodenominamos
como liberales, a veces, tendemos a ser demasiado racionales. Creemos
completamente en la igualdad de oportunidades y en una sociedad más justa, pero
a veces el mensaje se pierde entre nuestras argumentaciones: números, datos, nociones
teóricas de derechos y libertades. Sin embargo, en esta pasada reconozco que
escribo más desde la tristeza que desde la racionalidad. Quizá también un poco
desde la rabia.
Valparaíso. El viejo
Valparaíso. El mayor de la familia, un tanto desgarbado. Melancólico o
hedonista, dependiendo del día (o más bien, de la noche). Su hermana menor es
mucho más guapa, dicen algunos, aunque con muy pocas historias.
El mayor de la familia sufre. La ineptitud de sus autoridades es parte de la historia, por lo que ya no es tema. Sin embargo, ya no da para más.
Esto no es una caza de brujas, pero es necesario preguntarse algunas cosas. ¿Qué ciudad somos realmente: la que hoy comenzó la temporada de cruceros o la que tiene 800 toneladas de basura en los cerros? A ratos, tal como las personas que viven variando entre extremos, ninguna de las opciones es la verdadera. No somos ni la ciudad de fiesta ni la sucia… O eso quiero creer.
No se trata de partidos, no se trata de coaliciones, ni de crisis política ni de nada. Se trata de la gente, de la de verdad, de la que no tiene que vivir de mentiras. Son, en el lenguaje del partido del alcalde, los “problemas reales”. Y los problemas reales ahí están. En las bolsas de basura que habitan cada esquina. En la falta de agua potable en los sectores más humildes. En los turnos éticos que ya no se realizarán. En la crisis, en la crisis que a nadie le importa.
Alguna campaña política de los
candidatos de esta ciudad ya debe estar, seguramente, costando más de 100
millones de pesos. Ojalá la celeridad que tienen para conseguir recursos y
financiar carteles fuese la misma para solucionar las necesidades básicas de
nuestra gente.
Que el senador, que el plan de contingencia, que el decreto… Ya no nos importa. Hagan algo.
Estamos cansados, muy
cansados.
Richard Tepper M.
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